Desde la noche del 31 de diciembre de 1985 no he vuelto a reirme nunca tanto a propósito de una empanada que se cocina en Madrid.
No era la noche de fin de año, ni mucho menos, cuando nos reunimos algunas amigas bloggers con el pretexto de aprenderlo todo sobre las masas para empanada. Y nunca mejor dicho, pretexto, porque alguien conoce un curso que empiece a las 5 de la tarde y acabe a las 5 de la madrugada?
El 1 de enero de 1986 el IVA aparecía en nuestras vidas.... y como ha crecido desde entonces verdad?? Ni se quemó Mostoles, ni ninguna de nosotras tenía un hijo haciendo la mili en Algete, pero la noche del 1 de junio de 2013 era nuestra "noche de la empanadilla".
Nuestra profesora, Marga, de La escuela de cocina Babette tuvo mucha más paciencia que la "Encarna de noche" del sketch del V'IVA 86.... pues hicimos méritos para sacarla de sus casillas desde el principio y sin embargo, lejos bizquear y padecer espasmos como Millán Salcedo bajo su peluca, nos ponía firmes con una sonrisa.
Desde entonces la cosa ya prometía. Teníamos mucho que contarnos, y la casa de Kuki invitaba a aprovechar para hacer el primer posado del verano, mientras la masa levaba en la nevera, o la cebolla se iba sofriendo.
Sede de la "noche de la empanadilla" resultó un escenario estupendo y acogedor que provocó la verificación del enunciado de Einstein en su teoría de la relatividad, donde espacio y tiempo tienen carácter relativo dependiendo del estado de movimiento del observador.
Nadie percibió el paso del tiempo aquella tarde/noche/madrugada que transcurrió dialogando en torno a sabores, recetas secretas, fotografía.... y la conveniencia de agregar manteca de cerdo para elevar a sublime la masa de una empanada.
Nadie percibió el paso del tiempo aquella tarde/noche/madrugada que transcurrió dialogando en torno a sabores, recetas secretas, fotografía.... y la conveniencia de agregar manteca de cerdo para elevar a sublime la masa de una empanada.
En torno a las 6 de la tarde, y cual camarote de los hermanos Marx, aquella cocina fue invadida por un ejército de blogueras cocineras, fotógrafas y residentes en Madrid, salvo una que es muy animada y que no tiene problema alguno con eso que llaman la movilidad geográfica.
La cosa estuvo francamente animada. El personal aparecía y desaparecía de forma aleatoria; entrando y saliendo continuamente para tomar fotos, para ponerse al día, o incluso comentar los detalles de otras recetas que nada tenían que ver con las masas de empanada.
En la foto, uno de los momentos en que a Marga le faltan 5 de sus alumnas, las que veis y la que fotografía para el posado "delantal y gafas de sol"; sólo comparable al mítico "chandal y tacones".
Pero, como os digo, el tiempo y el espacio es relativo, así que estábamos a la vez aprendiendo y trabajando en la cocina.
Me apetecía francamente visitar mis amigas blogueras de Madrid; Carmen, Yolanda, Kuki y Cósima, que me alojó en su casa, insensata, sin ponderar los efectos colaterales que luego os contaré. Y conocer un poco más a la otra Carmen, de Yerbabuena en la cocina, porque tiene un blog precioso y es una mujer que admiro.
El plan anterior aderezado con una empanada hecha por una mujer gallega dispuesta a responder a cualquier duda o pregunta resultaba irresistible.
Tan irresistible como prolongar el encuentro que al final se concentró en 6 valientes que resistimos en pie hasta las, otra vez seis, de la madrugada.
Una de ellas Yolanda, que me gustaría hubierais podido ver en esta misma butaca tapada con una manta, al puro estilo nórdico, formando parte de una animada charla.
Cósima es otro ejemplo de la validez de la teoría de la relatividad. Para ella el espacio y el tiempo son tan elásticos y variables como para Einstein. Con lo cual, ese fin de semana, no dudó ni un momento en conducir 50 minutos para hacerme delirar con las mejores croquetas de Madrid, o desplazarse de una punta a otra del mapa para ir en busca de una envasadora al vacío.
Por cierto, que desconozco si Einstein ha escrito algo al respecto, y cual es su particular visión de por qué el tiempo se detiene para unas salchichas embutidas en un plástico.
La Señorita Piovasco podía haberse quedado en el asunto de la infraestructura aportando dormitorio con vistas, pero se empecinó en ser la mejor guía de Madrid gastronómico del mundo mundial, y recién aterrizada de su semana laboral, me esperaba ya en su famoso coche, que tiene vida propia por si no lo sabéis, dispuesta a colmar mi agenda del fin de semana con verdadero entusiasmo y gran éxito, como no podía ser de otra manera.
Así pues, el mismo viernes viví una intensa tarde de shopping que culminó con una fantástica cena en De María a la que también acudió Kuki Square.
Igual que en la fotografía, la velocidad de la luz y el tiempo influyen en la percepción de la realidad.
Si sincronizamos dos relojes con exactitud y uno de ellos se deja en la ladera del Everest y el otro se sube a la cima, se puede comprobar, según la teoría de la relatividad, que cuanto más se aleja el relój del centro de la tierra más deprisa va, pues la fuerza de la gravedad y la masa terrestre deforman el espacio tiempo con menos intensidad cuanto más lejos esté del origen del campo de estudio.
Estoy segura de que el restaurante De María de Mahadahonda está bien lejos del centro de la tierra, porque ni os imagináis la velocidad a la que nuestro relój alcanzó las 2 de la madrugada. Mejor nos hubiéramos ido a la punta del Everest a cenar, para que nos cundiera más. No me cabe duda de que Cósima se hubiera animado, estaba a darlo todo!!
La mañana del sábado, me llevó de excursión por las tiendas más tentadoras de Madrid, como la Tienda Americana, donde pecamos sin poder evitar la tentación.
Y luego me presentó el Madrid gastronómico y castizo, en la Plaza Mayor, con el mejor bocata de calamares del mundo sin duda en casa Rúa. Y después la incursión, necesaria dada mi tendencia gourmet que bien conocéis, en el Mercado de San Miguel.
Allí se produciría uno de los tres momentos estrella que Cósima me regaló en Madrid. "El momento ostras".
La agitada mañana y el trasnoche del día anterior en De María, amenazaba con restarnos energía para el asunto empanada, pero llegamos puntuales, listas y preparadas para afrontar lo que nos ofreciera aquella fantástica tarde que disfrutamos a tope con gafas de sol y delantales, mantas para el frío en el porche y chascarrillos de bloggers.
Y no sólo eso, sino que como bien sabéis no tuvimos empacho alguno en culminar, ya no sé si decir la noche o el día, con un guiño a las casitas de muselina de fresa y frambuesa que Cósima había publicado hacía unos días en su blog y que me habían dejado impactada.
Me las presentó en forma de bombón, y me las comí junto a ella, las dos en pijama en la cocina de su casa, poco antes del amanecer. Una forma muy dulce de entregarme al sueño, decir hasta mañana y soñar con empanadas.....
El domingo irremediablemente debía volver a casa. Asumía que la mañana discurriría entre sábanas, equipajes y cafés para despejarme. Pero Cósima tenía otros planes para mí.
Aun me quedaban dos de los momentos estrella de mi viaje a Madrid. El "momento Blini" estaba cada vez más cerca.....
Como si las dimensiones de Madrid hubieran encogido y el tiempo se hubiera estirado..... Aparecí contra todo pronóstico en el Mercado de San Antón en el barrio de Chueca, el Soho madrileño, transportada por el coche fantástico de mi choferesa.
Parecía como si aun no me hubiera despertado y siguiera entregada al sueño cuando se me apareció el Blini con masa de siete semillas ( girasol, eneldo, amapola negra y amapola plana, lino, sésamo e hinojo) con sardina marinada, crema agria y huevas de mújol, una elaboración de cocina Báltica. Excepcional.
Y ahora mismo hubiera pensado que aquello fue en verdad un sueño de no ser que aun conservo la caja de La Alacena de Victor Montes donde yacían 8 croquetas de diferentes sabores como si fueran bombones.
Compartir croquetas con Cósima en el Mercado de San Antón a la extraña hora de las cuatro de la tarde del domingo, fue verdaderamente divertido. Cósima es divertida.
Nos las pedimos todas y las fuimos cortando en dos y jugando a adivinar su composición. Me llevé una muestra como souvenir de Madrid.
Nuestra comida fue a la hora de la merienda. Al despertarnos en torno al mediodía, nos habíamos sentado las dos ante el ordenador con escasas horas de sueño a nuestras espaldas, sin preocuparnos por el desayuno pero con ganas de compartir las cosas que sabíamos del mundo 2.0, de redes, de fotografía y de diseño de blogs.
Mi último momento estrella lo viví a solas en una gasolinera. Y me explico porque dicho así suena un poco extraño.
Antes de emprender el viaje de vuelta, pasamos por Embassy, cerca de La Moraleja. Ultimo punto en la trepidante agenda que la Sta Piovasco había diseñado para su invitada sibarita. Allí me esperaban las tartaletas de limón más exquisitas y delicadas que jamás he probado. La especialidad de la casa.
Cuando recogimos el paquete yo no lo sabía.
Me despedí de Cósima con un abrazo sentido y con muchas ganas de volver a verla. A partir de ese momento, como en el cuento de cenicienta, mi choferesa se esfumaba y pasaba a convertirse en esta portada.
Me detuve en algún punto de la carretera en busca de una dosis de cafeína para mantenerme despierta al volante, y al regresar a mi asiento miré a la derecha y vi el paquete de Embassy.
No me puede resistir a abrirlo. Y allí fue, en aquella estación de servicio, viví mi tercer momento estrella, "el momento tartaleta". Mientras las saboreaba no estaba muy segura de en que nivel de la tierra me encontraba, si en una llanura de Castilla o en la cima del Everest, pero el tiempo corrió muy deprisa, y cuando quise darme cuenta mis 6 tartaletas eran una. No sé que paso en los cinco segundos en que cerré los ojos. Porque juraría que fueron 5 segundos... aunque quizá fuera un cuarto de hora.
No lo sé.
El tiempo..... es relativo...... lo he comprobado hace unos días; en Madrid.
Beatriz Tobegourmet.